Llegué a Libertad
Ocho minutos antes de las diez de la noche. Detrás de mí, uno por uno,
fueron entrando Ismael Serrano, Jorge Dréxler y Luis Eduardo Aute. El templo de la canción de autor acoge esta
noche a importantes sacerdotes. Es el tercer concierto de los cinco que da Pedro Guerra con motivo de la
celebración de sus veinte años en Madrid. En Libertad Ocho se respira un ambiente excepcional, el erudito
personal está recordando viejos tiempos, cuando Libertad Ocho y la canción
de autor se pusieron en la cresta de la ola. Sucedió hace veinte años, Luis Pastor invitó a Pedro a quedarse con su concierto
semanal. Los pocos que presenciaron sus primeros conciertos trajeron a otros
pocos, y al final fueron muchísimos los que acudían a diario a escuchar canción
de autor aquí. No puedo ni imaginar lo que era entrar en esa época y ver allí
tocando a Bebe, Rosana, Dréxler, Javier Álvarez, Ruibal, etcétera. Creo que es Pedro
Guerra el que más ha abanderado a Libertad
Ocho, en su segundo disco comienza con una canción dedicada al local, Pasa. En ella invita al que escucha a
entrar en un lugar acogedor, con calor humano, calor de canción; así estaba el
pasado miércoles 18 de Diciembre Libertad
Ocho, fue emocionante ir a ver cómo Pedro
Guerra graba un DVD conmemorativo en el local que le vio convertirse en una
estrella, y a la gente que ya entonces trabajaba allí, celebrar este emotivo
momento.
Vi el concierto en compañía de Pedro Pastor Guerra, que conoce la obra de su tío como la palma de
su mano, durante una temporada hizo varios conciertos sólo con canciones de Pedro Guerra. Con medio segundo del
primer acorde, ya sabíamos qué canción iba a cantar. Pedro Pastor, a sus
diecinueve años, ya es una cantautor importante, uno de los que devolverá el
prestigio, que también recuperó su tío, a la canción de autor. Habría sido
coherente que Pedrito fuera uno de
los invitados, como representante del futuro inmediato. Los invitados que
cantaron en este concierto, fueron de lo más significativo. Hablaré de ellos
más adelante.
La emoción era palpable cuando Pedro Guerra subió a escena. Tomó un timple y cantó Nunca más estar triste. Tras esta dulce
introducción, cantó Pasa, haciéndome
sentir que hacía un deseado viaje a un momento en el tiempo que no pude
disfrutar. Estaba muy elegante, con aspecto saludable, y tranquilo,
disfrutando. Por supuesto, iba descalzo. Saludó y comenzó a introducir algunas
canciones con su particular sentido del humor. Presentó Siete puertas al hilo de la historia de su llegada a Madrid, “mi
casa está en el mar con siete puertas, yo ya no vivo allí, pero me esperan”.
Siguió con Raíz y Daniela, canciones que son hitos en su
camino. Después presentó al primer invitado de la noche, un Ismael Serrano emocionado al subir a
escena: “le debo mucho a este café”, confesó. Nos contó que venía aquí a ver a Pedro Guerra como entregado fan, y Pedro le interrumpió, “a ver si nos
vamos a poner a llorar todos”. Cantaron Los
mejores, de Ángel González,
musicalizada por Pedro, y se la
dedicaron a Nelson Mandela.
Continuó con otra de sus canciones más emblemáticas, Debajo del puente, tarareada
delicadamente por el público. Pedro
Guerra pidió, antes de cantar Hazlos
reír, que se cantara sin cuidado, que “estamos en Libertad”. Así lo hicimos. Esta canción le sirvió para presentar
una de sus últimas creaciones, La risa,
que tiene “propiedades curativas, pero también causa epidemias”. Según nos
contó, leyó la historia de una epidemia de risa que afectó a varios poblados en
África, en la canción nos la cuenta con detalle. Le siguió una de sus canciones
más bonitas y profundas, Peter Pan,
tras la cual presentó al segundo invitado Jorge
Dréxler. Lo hizo leyendo un texto que el propio Dréxler escribió tras ser invitado por Pedro Guerra a cantar en uno de sus conciertos: “para bien o para
mal, mi guitarra perdió la virginidad en el octavo portal de la calle
Libertad”. Esto fue en febrero de 1995, época en la que compusieron juntos la
canción que interpretaron a continuación, Cuídame.
La hicieron por encargo (letra de Pedro,
música de Jorge) para un disco a
favor de los derechos de la infancia, álbum que nunca se publicó. Sin embargo,
esta canción ha circulado de forma viral por Internet, acuñando millones de
visitas. Qué bonito y significativo ver en el escenario de Libertad Ocho a estos dos grandes de la canción recuperando el
espíritu de aquellos tiempos.
Siguió con importantes canciones de su repertorio,
como Ey, moreno y Mil recuerdos, que Pedro Pastor y yo cantábamos emocionados desde la entrada a la
candorosa sala. Siguió estrenando otra nueva canción, Lobos, en la que hace una alegoría de los tiempos de crisis que
sufrimos, contando cómo los lobos bajan de las montañas a alimentarse en los
contenedores de los humanos.
Y llegó el momento de la última colaboración de este
tercer concierto de cinco que Pedro
Guerra ofreció y registró para celebrar sus veinte años en Madrid. Uno de
los cantautores más importantes de este país, Luis Eduardo Aute, que nada más subir al escenario, colocó el
cuadro, un poco torcido, que tenía a su espalda. Cantaron una canción del
maestro, Pasaba por aquí, que Pedro grabó en aquel disco homenaje que
le hicieron, “Aute, mira que eres
canalla”. Les quedó realmente
bonita. Después continuó con Guión para
una habanera y Enciende la luz de
vivir, una “especie de candombe” del que Dréxler se animó a marcar la clave desde su asiento.
Tras presentar al equipo técnico, comenzó la recta
final del concierto con Contamíname,
“la canción que hizo famosos a Víctor y Ana”. Se despidió con dos canciones
más, Cinco mil años y El marido de la peluquera, uno de los
momentos más intensos del concierto. Era obligado hacer un contundente bis:
cantó Cerca del amor y Deseo. Antes de despedirse con una
copla, hizo un pequeño discurso en el que dijo lo importante que es Libertad Ocho para la canción de autor,
y celebró haber “vivido este momento como si estuviéramos entonces”. Los que
estamos trabajando para que la canción de autor recupere su prestigio desde Libertad Ocho, le agradecemos que
hiciera esta serie de conciertos, porque ahora está sucediendo de nuevo, o va a
suceder inminentemente, ese gusto del público por la buena música de autor. Y
él, como dije al principio, fue el que comenzó a convertir el número ocho de la
calle Libertad en el templo de la canción de autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario