jueves, 5 de noviembre de 2015

Mi historia. Capítulo Dos: "Imaginación"

En el capítulo anterior conté cómo llegué a hacer mi primer concierto, pero nada dije de mi contexto en ese momento. Tenía diecisiete años, estaba en edad de casi entrar en la universidad. Sin embargo, cuando hice aquel primer concierto, estaba cursando por segunda vez  Segundo de BUP, lo que ahora sería 4º de la ESO. En total pasé nueve años en la secundaria. Y no fue por desinterés por la cultura, la ciencia, la historia... Fue, más bien, por desinterés por la sumisión, la abnegación, la competitividad, la obligatoriedad, la disciplina ajena... Desde muy pequeño me amenazaban con no tener trabajo cuando fuera mayor si no obedecía a todo lo que me mandaban en el colegio; yo veía a los mayores trabajar de sol a sol, comer y dormir, esperando que llegaran esos quince días de vacaciones en los que no tenían ni idea de cómo gestionar su libertad. De modo que esa amenaza a mí me parecía un premio. Eso sí, no quería renunciar a aprender cosas, eso me fascinaba. Mi problema tampoco era la autoridad de los maestros que te guían, mi problema era que, en la mayoría de los casos, los maestros no nos guiaban, más bien nos llevaban como a un rebaño. La cuestión es que yo era oficialmente un fracasado escolar por aquellos días, pero sólo a medias, porque en mis notas, con las que repetía curso, había sobresalientes en las asignaturas interesantes con profesores sanos de la cabeza.

En el resto de contextos en los que me relacionaba con personas, como el grupo scout, la catequesis, etcétera, cada vez me estaba quedando más solo, ya que mi rebeldía apenas la compartía con personas que eran díscolas esporádicamente. Mis mejores amigos o mis parejas, no necesariamente estaban de acuerdo conmigo, sólo había amor entre nosotros. Yo era (lo sigo siendo) una persona complicada, dispuesto a la lucha siempre que sea necesario. En el grupo scout sentí una profunda decepción cuando vi a mis compañeros hacer todo aquello, y más, que criticábamos a nuestros monitores, cuando nos llegó el turno de ser los responsables. En la catequesis me hicieron el vacío y dejaron de contestar a mis preguntas, porque yo insistía en entender lo que nos estaban predicando.

Mi rutina por aquellos días era levantarme por la mañana para ir al instituto, llegar al bar, leer el periódico y algún libro, escribir poemas y letras de canciones, hacer dibujos compulsivamente, ir a alguna clase, esconderme tras los arbustos con mi novia, ir a comer a casa enfadado, ser encerrado en mi habitación para supuestamente estudiar, ir al conservatorio o a las clases de guitarra, asistir a algún concierto de música clásica o jazz , hablar hasta la madrugada con mi amigo Óscar unos días, y otros esconderme tras más arbustos con mi novia, llegar a casa, leer hasta desfallecer y escuchar la radio hasta el amanecer.

Así estaban las cosas cuando hice ese primer concierto. Y de pronto todo cobró sentido, entendí que mi trabajo tenía que ser la música, al menos así escaparía más rápido del sistema que me estaba acorralando. Y funcionó, las personas que antes no me comprendían, se tranquilizaron cuando me convertí en artista. Sentía que había encontrado mi sitio. Qué suerte, con sólo diecisiete años. Y ese es mi trabajo hasta la fecha: escapar del sistema.

22 de diciembre de 1995, día de mi primer concierto. En el Café Sol había una bonita bola del mundo, en esta ocasión ataviada con un gorro de Navidad por las fechas en las que estábamos. Detrás de ella estaba el escenario, la quitaban para los conciertos importantes. todavía no había probado el escenario de verdad...

Ese primer concierto se grabó en cinta. Compré una caja de cien TDK, hice copias del concierto con mi doble pletina, dibujé una portada, la imprimí con la impresora, y la puse a la venta. Era lo mismo que hace el sistema, pero sin bajarme los pantalones. Después compré otra caja, también cajas más pequeñas. Todo el mundo a mi alrededor tenía mi "Primer concierto al sol". Ese nombre se le ocurrió a mi padre cuando estaba haciéndome el diseño de la carátula. Claro, el concierto había sido en la sala Sol, y además era la primera vez que sacaba a la luz mi obra.

Esa fue mi primera maqueta, pero muy pronto haría mi primer disco, "Imaginación". Después del concierto en Diciembre del 95, tuve que esperar dos meses para hacer mi segundo concierto. También fue en el Café Sol, esta vez en un ciclo de Canción de Autor. Mi nombre estaba en el cartel junto a Paco Bello, Albert Pla y Pedro Guerra. En esos dos meses me dio tiempo a aumentar mi repertorio y a practicar en el micrófono con uno de mi padre. Por cierto, mis padres se enfadaron mucho conmigo el día que les dije llegaría tarde porque estaba dispuesto a tocar esa noche en un bar. Después de esa primera reacción, solamente he recibido y sigo recibiendo apoyo por su parte.

9 de Febrero de 1996, este es mi segundo concierto, dentro de un ciclo en el que tocaban Pedro Guerra, Paco Bello y Albert Pla. Además ya me dejaron subir al escenario...

En la prensa local hablan de Imaginación. Por entonces para mí era una maqueta, aunque en realidad es el disco menos pirata de todos los que he publicado, en lo que a cuestiones legales se refiere.

Mi tercer concierto ya no se celebró en la Sala Sol, lo hice en El Mandala, un bar al que me gustaba ir por las mañanas a tomar pinchos y te. Como allí no había equipo de sonido, mi padre contactó con su amigo Fernando para que sonorizara la sala. Después del concierto me propuso que me pasara por su estudio para grabar alguna canción. En Mayo del 96 quedé con él e hice mi primera sesión en estudio. No quedé muy satisfecho tras grabar muy nervioso todas mis canciones. Fernando me dijo: "este no es el Andrés Sudón que yo he visto en concierto". Al día siguiente volví al estudio como un toro desbocado y grabé de un tirón el disco "Imaginación".

18 de Marzo de 1996, este es mi tercer concierto, celebrado en El Mandala, donde conocí a la persona que grabó mi primer disco.

A día de hoy es prácticamente imposible encontrar este disco, yo lo tengo en cinta. En cuanto me sea posible, lo subiré a internet. En la cara A están la siguientes canciones: Imaginación, Como beso a quemarropa, Ya que hemos nacido disfrutemos, Tengo una gata maullera, Caballo ciego masticando un teléfono, Que me enseñen, El vil metal y Cadencia. En la cara B: Pinturas de noche, Quiero, Sin dudas, Torbellino de sueños, Alma gris, Tengo aquello que nadie puede tocar y Os traigo un mensaje de amor. Creo que aún puedo tocar alguna de esas canciones.

Después de la grabación llegaron las presentaciones. El primer sitio donde lo presenté fue en el Café Sol, claro. Pero uno de mis sueños era toca en El Corrillo. Era la sala de conciertos más importante de la época, allí sólo tocaban los mejores. Yo asistía habitualmente a los conciertos, espectáculos y recitales de poesía que allí se hacían. En El corrillo conocí por primera vez la vida bohemia y a sus personajes, poetas, músicos, actores que pasaban a llí las horas hablando de arte y haciéndolo. Por fin en Noviembre de 1996 me dieron fecha para presentar allí mi disco.

Entrevista en un periódico local con una foto de ese primer concierto en El Corrillo de noviembre del 96.

Por entonces ya tenía dieciocho años. Después del verano del 96, con el cambio de curso, dejé la catequesis y los scout. Y como ya había encontrado un trabajo para siempre, me decidí a estudiar solamente por placer. Me cambié de instituto y de plan de estudios, decidido a llegar a la universidad. Este fue el único curso de mi vida en el que no suspendí nada y pasé limpio a lo siguiente. También empecé a salir habitualmente en la prensa y a convertirme en un personaje de la cultura local. Tocaba todos los meses con aforo completo en todas las salas. Además estaba en el equipo de debate de mi nuevo instituto (llegamos a la final del concurso, en el próximo capítulo lo cuento), asistía a las asignaturas del consrevatorio y de la escuela donde estudiaba guitarra (en el conservatorio tocaba el violonchelo, también contaré esa historia en el siguiente capítulo) y daba clases extra escolares de guitarra en un colegio. Toda esta actividad frenética me hacía profundamente feliz, y no estaba dispuesto a estropearlo alterando mi consciencia; en aquellos tiempos, aquí donde me veis, yo era absolutamente abstemio, mis únicas drogas eran el tabaco, el café y la adrenalina.

Sin comentarios.

Ecos de la presentación de Imaginación el 10 de Noviembre en El Corrillo.

Desde el principio de mi actividad como artista, tenía muy claro que la industria no era mi sitio. La cuestión es que todavía no sabemos cuál es...

Ese concierto en El Corrillo y la publicación de Imaginación, fueron las cosas más importantes que había hecho en mi vida. Comenzaba mi carrera y estaba eufórico por ello. Pronto descubriría que dedicarse a la música no es exactamente una huida del sistema, siempre hay alguien que se siente en posición de manejarme a su antojo, que al final se ve afectado por mi incapacidad para agachar la cabeza.

Y así transcurrió el año 1996 para mí. Tengo la sensación de que me dejo muchas cosas en el tintero, a pesar de estar siendo muy denso. Pero admito que estar escribiendo esto, está dando buen resultado. Se acerca la fecha de este veinte aniversario, y creo que esta es la mejor manera de afrontarlo, es decir, de celebrarlo.

Mi historia. Capítulo Uno: "Primer concierto al sol" 

Mi historia. Capítulo Dos: "Imaginación" 

Mi historia. Capítulo Tres: "Mis padres" 






viernes, 30 de octubre de 2015

Mi historia. Capítulo Uno: "Primer concierto al sol".

Hace veinte años que me subí por primera vez a un escenario como Andrés Sudón. Si no me salen mal las cuentas, tenía por entonces diecisiete años, pero ya llevaba casi diez entregado a la música, en concreto a las canciones. Puede que la música en sí misma, y la poesía en si misma, no me interesen tanto como las canciones. Quiero contar cómo llegué a ellas y a lo que me han llevado.

Nunca se sabe cuándo comienza una historia, yo he decidido contar esta desde aquel día de Diciembre de 1995 en que me subí al escenario del Café Sol de Salamanca para hacer mi primer concierto. Pero antes hay un antes. Mis padres me han contado que con apenas dos años hice todo lo posible para que me comparan una guitarra de plástico que vi en una feria. Por lo visto lloré y grité hasta que la conseguí, parecía que mi vida dependía de ello. Después, según me cuentan, pasaba horas y horas sacándole sonido. En una ocasión, un amigo de mis padres que estaba de visita pregunto que de dónde salía esa música, mis padres le contestaron que no era música, sino el niño jugando con una guitarra de plástico. El señor, que se llama Joaquín y es un cura muy majo, les aseguró a mis padres que eso sí era música.


En la terraza de nuestra primera casa con mi madre y mi guitarra, de las que apenas me separaba.


Después, como a los seis años, empecé a darles la paliza a mis padres con que quería tocar el piano (también se la daba con que quería un perro, un gato, un car, etcétera), hasta que hartos de mis reivindicaciones, decidieron apuntarme a las clase extraescolares de guitarra en el colegio. No era tocar el piano, pero me puse muy contento. Tocar una guitarra de verdad no era fácil, tardé semanas en lograr cambiar de acorde sin parar de tocar y cantar a la vez. Eso sí, cuando lo conseguí, fui la persona más feliz del universo. Era como hacer magia. Recuerdo perfectamente ese día. La canción que aprendí fue La Farola del mar. Mis padres estaban reunidos con unos amigos, haciendo algo de mayores. Yo estaba muy triste en mi habitación, porque era incapaz de hacer música, pero seguí insistiendo y, de pronto, sucedió: comencé a tocar y a cantar la canción. Entonces irrumpí en la reunión de mis padres y les obligué a escucharme. Puede que ese fuera mi primer concierto como intérprete. Éxito absoluto.

Luego fue mucho más fácil aprender a tocar otras canciones, ya le tenía pillado el truco. La segunda canción que aprendí fue La balada del vikingo enamorado, una especie de rocanrol. Con la música de aquel rocanrol, escribí mi primera letra: Balada de la zanahoria, en la que enumeraba las propiedades de este alimento tantas veces dichas por mi madre. A los nueve años entré en el coro del colegio, tras la prueba de acceso me seleccionaron como solista soprano. El director del coro sabía que estaba aprendiendo a tocar la guitarra, y me enseñó unos acordes dificilísimos (con cejilla) para hacer mi intervención como solista tocando a la vez. El día que estrenamos en el gimnasio del colegio, paso algo que me sorprendió y marcó mi vida. Yo no era exactamente un niño obediente y sosegado, más bien era un torbellino indomable, y los profesores me tenían pánico. Yo estaba convencido de que mi profesora me odiaba profundamente, pero aquel día del estreno vino corriendo hacia mí (pensé que me iba a pegar) y empezó a besuquearme y a decirme cosas muy bonitas... Al día siguiente me sacó a la pizarra y empezó a hablar de mis cualidades. No sabía dónde meterme. Además de gozar de la magia de hacer música, recibía el reconocimiento de mis mayores, los que anteriormente me temían y castigaban constantemente. Ya estaba decidido, lo mío es la música y el espectáculo, antes de eso, sólo era un rebelde desubicado. Ahora era un rebelde ubicado.


Cantando de solista en el coro del colegio acompañándome por la guitarra, una experiencia que marcaría mi vida.

Ángel Luis Delgado era el director del coro de mi colegio, siempre le estaré agradecido por creer en mí en aquel mundo hostil de la infancia.


A los doce años ya tenía un amplio repertorio de canciones de amor, y junto a mi querido primo Sergio monté un grupo de música llamado Ego. Estábamos convencidos de que nuestro destino era la escena, las giras, la fama y la gloria, por eso compusimos con solemnidad nuestras canciones, esperando a ser más mayores para triunfar en el mundo entero. Ni a mis padres ni a mis tíos les hacía mucha gracia que quisiéramos ser artistas. Pero mis tíos fueron mucho más duros que mis padres, y lograron hacer de mi primo un hombre de provecho. Hoy es un importante doctor en bioquímica con gran éxito en su campo. En la publicación de su tésis, me hace una dedicatoria en la que aún sigue vivo ese sueño. Estoy muy orgulloso de él, tanto como lo he estado siempre, porque os aseguro que era él el talentoso del grupo, el que mejor tocaba, cantaba y componía. Aún cuando hago una canción pienso en si le gustará a Sergio.


Mi primo Sergio (derecha) y yo (izquierda) el día que compusimos juntos nuestra primera canción, la cual mostramos con orgullo. Espero que nadie se fije en que en mi habitación mezclaba a María auxiliadora con Cónan el Bárbaro.


A los dieciseis años recién cumplidos, me encontraba sin proyecto musical, Sergio apenas tocaba y yo estaba un poco harto de la humanidad en mi intensa adolescencia. En aquella primavera me enamoré de una niña de catorce años que me puso unos cascos en las orejas y le dio al play para que escuchara Quién Fuera de Silvio Rodríguez. Nunca había escuchado nada igual. Sólo podía llorar mientras intentaba tocar esos acordes en mi guitarra. Estaba a punto de convertirme en cantautor. La influencia de Silvio me llevó a querer jugar con la guitarra española, descubrí que yo solo podía hacer una canción sin necesidad de nada más.

Sergio no fue mi único compañero en la música. A la edad de cuatro años conocí a Óscar, mi mejor amigo. Óscar supura talento por los poros en todo, también en la música. Puede que sea mi mayor influencia. Él fue quien vivió en primera persona conmigo el comienzo de mi carrera. Como dije antes, yo solamente hacía canciones de amor; él me enseñó que se le puede cantar a cualquier cosa, e incluso que es más interesante hacerle una canción a un autobús que a una niña de mi clase. A finales del año 95, aquel 8 de Diciembre, me levanté de la cama con una pulsión imparable. Quería hacer un concierto y quería hacerlo ya. Como cada tarde, había quedado a las siete con Óscar para tomar cien cafés y hablar durante ocho horas sin cesar. Pero ese día llegué veinte minutos tarde, porque tras salir de casa, volví para coger mi guitarra, me la llevé conmigo porque esa noche estaba dispuesto a subirme a un escenario. Siempre íbamos al Café Sol, en la calle Pozo Amarillo, allí habíamos visto en directo a Pedro Guerra en dos ocasiones. Se me ocurrió ir y pedirles que me dejaran tocar en su escenario esa misma noche. Óscar cuenta cómo empezó aquel día de mi primer concierto, lo escribió en el prólogo de un cancionero que publiqué en el 98 con motivo de mi vigésimo cumpleaños, Cancionero Sencillo. Lo cuenta así:

<<Habían pasado veinte minutos desde que el badajo golpeara por séptima vez las oscuras paredes de la campana. A la izquierda se acercaba con paso firme y lento. Sobre sus ojos parecían reventarse dos luminosas estrellas, no pudo esperar más de unos minutos, no. No sabía cómo, ni cuándo, pero necesitaba sentirse escuchado, necesitaba compartir todas aquellas maravillosas y absurdas ideas que había estado engendrando durante su corta vida. La idea de subir al escenario le producía una sensación generosamente placentera. -¡Esto es lo que quiero en mi vida, amigo!- me dijo- y yo, conmocionado por esas palabras que habían salido a borbotones de su boca, no pude dudar de él, no pude desconfiar de sus propósitos, porque aquellas luces que irradiaban sus ojos me mostraban que era una decisión honda, que no era algo pasajero.

Me sentía orgulloso de lo que me estaba sucediendo; ser preespectador de lo que, sin lugar a dudas, iba a suceder me hacía despertar una identidad propia y, como propia única para mí. Además yo lo había visto siempre, yo supe reconocer en mi amigo ese algo especial que tiene todos los que se dedican al arte, vi y sigo viendo, cómo mi amigo se empeñaba en comunicar su sentir, icluso vi cómo, con IMAGINACIÓN, se inventaba unos sentires que jamás había albergado para aquellos que los sintieran de veras -¡eso es ser generoso!-.

Ahora lo tenemos ante nosotros, podéis conocerlo, podéis hablar con él siempre que lo necesitéis para que os responda con algo de música. Tenerlo cerca como amigo es importante porque, ante el bosquejo laberíntico que puede representarnos su personalidad, es sencilla la conexión, como es sencillo hallar el origen en el enmarañamiento de sus barbas porque salen de forma natural, como es sencillo y espontáneo sentir la comunión con la naturaleza cuando estás dentro de ella -¡eso es ser generoso!-.

Aquel día, cuando yo esperaba veinte minutos bajo el reloj, empezó a vivirse una realidad que, de forma inevitable, todos vivimos. Aquel día fue el primero de un camino que, al menos, es interesante, y todos podemos formar parte de él si escuchamos la música de alguien que se ha atrevido a mostrar su cara sin tapujos -¡eso es ser generoso!-.

Poco y mucho, todo y nada me queda ya por hablar de mi amigo. Sólo que odio la impuntualidad de las personas, pero aquel día mereció la pena esperar veinte minutos; un minuto por cada año que mi amigo tiene, un minuto de agradecimiento por los buenos momentos que nos hace pasar, un minuto por el esfuerzo que le acarrea escarbar en su fondo sentimental para c@ntárnoslo, un minuto para... y así, hasta veinte -¡eso es ser generoso!- 

(Óscar Martín, 5 de Mayo de 1998)>>.


Foto de la página con el prólogo de Óscar en mi "Cancionero Sencillo", publicado en 1998.


Aquel día era 8 de diciembre de 1995. Efectivamente llegué el Café Sol, les pedí que me dejaran tocar, y dispusieron el escenario para que hiciera mi concierto. En la sala habría una docena de personas que me escucharon cantar mis cuatro canciones propias decentes y un montón de versiones de Sabina, Silvio, Aute... Creo que estuve tres horas tocando. Durante el concierto vi entrar en la sala a esa niña que a sus catorce años me puso la canción de Quién fuera en los oídos. Verla boquiabierta casi dos años después de aquello, fue suficiente para confirmar que esto es lo que debo hacer. Al terminar, los dueños del bar me propusieron hacer un concierto más organizado. Entonces quedamos para celebrarlo el próximo día 22 de Diciembre del 95. Ese fue el que llamé "Primer concierto al sol". Hice carteles y empapelé Salamanca. Me puse muy en serio a componer, no quería cantar versiones en mi primer concierto. Conseguí componer siete canciones para tener un repertorio con un total de once canciones. En la grabación de ese concierto (que todavía conservo), se escucha como alguien dice "toca una de Silvio", a lo que yo respondo, "me llamo Andrés, no Silvio".


Fotografía tomada después de mi "Primer concierto al sol", celebrado el 22 de Diciembre de 1995.


Recuerdo que que en ese concierto sentí por primera vez algo que siempre me ha acompañado. Al concierto acudieron todas las personas que conocía de diferentes contextos en los que me movía. De pronto me di cuenta de que yo no era el mismo con todo el mundo, y que el personaje que habla en los conciertos es una abstracción formada por trozos de mi personalidad. Ahí comenzó mi crisis existencial, pero también la adicción al escenario. Pronto me plantearía que no me interesaba ser una estrella mediática, pero eso lo contaré en los próximos capítulos de esta historia que pretendo entender escribiéndola.

Mi historia. Capítulo Uno: "Primer concierto al sol" 

Mi historia. Capítulo Dos: "Imaginación" 

Mi historia. Capítulo Tres: "Mis padres" 




lunes, 21 de septiembre de 2015

Mini gira Madrid-Segovia-Valladolid (17-18-19/09/2105)

Este fin de semana he hecho una mini gira que me ha hecho recordar aquellos tiempos en los que me recorría la península con apenas dieciocho años. Veinte años después, sigue siendo enriquecedor y muy cansado viajar con la guitarra de ciudad en ciudad. Más vale que me acostumbre, porque ya uno de mis objetivos este curso es hacer esto siempre que pueda. 

Comencé el jueves haciendo sesión doble en La Fídula, Madrid, donde toco todos los jueves a las ocho en punto de la tarde. Estaba animado soñando con mi mini gira y me animé a hacer sesión doble. Entre medias de mis dos conciertos tocó Gabriel El Vidanauta, quien me dejó el escenario vibrante para mi segunda sesión. Tengo suerte de poder hacer estos conciertos semanales, gracias a esto me siento en forma y sacio mi adicción a la escena. Además tengo la oportunidad de cantar para personas que nunca me han escuchado, porque pasan por la calle, entran y se quedan. Eso es también lo mejor de salir de la ciudad donde vivo, poder tocar para un público nuevo para mí.

El viernes viajé a Segovia, donde me recogió Sergio Artero para llevarme a La Granja de San Ildefonso, donde iba a tocar acompañando a la poeta Marifé Santiago en la Librería Ícaro. El evento comenzó con Marifé leyendo su verso libre y sobrecogido por las catástrofes de Holocausto, algo que no viene mal recordar en estos tiempos de refugiados y guerras emergentes. Después de ella yo tuve mi media hora para cantar y recitar (ya que estaba en una librería...). Sentí la conexión con el público, y agradecí que se llevaran mi disco y mi libro algunas de las personas con las que, a pelo, compartí mis humildes creaciones. Otra de las cosas buenas de viajar para tocar, es que comes delicioso y conoces a gente muy interesante. Esa noche cené sentado frente al pintor Amadeo Olmos, que me enseñó su obra con el móvil y me encantó. Espero ir pronto a su estudio en Segovia para conocer en persona sus pinturas de contrastes imposibles.

El sábado viajé a Valladolid para participar en la primera edición del festival "Melodía de Versos", organizado por las resueltas Irene y Sandra, quienes, sin más apoyo que el de algunos amigos generosos, han montado todo un festival en tres salas, durante dos días en los que no han parado. A pesar de que éramos muchos artistas, yo he sentido que me trataron como a un rey. En todo momento estuvieron pendientes de las necesidades de cada artista, y lograron mover a un público que necesita que en su ciudad haya más ambiente artístico. De nuevo sentí la conexión con un público nuevo para mí. Esa conexión es todo lo que busca un artista, es lo que da y lo que recibe.


Tocando en La Piel del Oso, en el festival "Melodía de versos"

Terminé la aventura cansado del cuerpo y del alma, pero hoy me he levantado con gran energía, con ganas de buscar más lugares a los que viajar para mostrar mis cosas. Estoy muy agradecido a Segio Artero y a Irene y Sandra por llamarme para participar en lo que organizan, de otro modo no habría salido de Madrid. Ahora ya estoy deseando volver a la carretera. 

martes, 25 de agosto de 2015

"Andrés Sudón vive" (2009)