Agua de limón es una de mis favoritas del disco y de mi repertorio, siempre la canto en mis conciertos. En ella está implícito mi compromiso con el surrelismo y con la sensualidad, también mi disconformidad con el sistema. Es una fotografía de un momento concreto de mi vida, una de esas que miro para recordar quién fui, quién soy. Ese momento fue en 2002, cuando llevaba menos de un año en Madrid. Acababa de conseguir mi primer trabajo como cocinero, un curro muy duro que me quitaba tiempo y energía para vivir la vida que yo deseaba. Es decir, no podía dar mis largos paseos, leer y escribir en un bar, conocer el mayor número de hembras posible, pasar una noche entera escribiendo una frase... Unas semanas antes de conseguir el trabajo, había conocido a una preciosa y jovencísima mexicana en Libertad Ocho, en un concierto mío. Además su evidente belleza, me sedujo de ella su misterioso ser. Hablé con ella después del concierto, tenía unas ojeras preciosas. Me dijo que tenía muchísimas dioptrías, que apenas veía sin gafas y que no las llevaba con ella. Me propuso el experimento de ir hasta mi casa con los ojos vendados con ella de lazarillo. Con tal de llevármela a casa, acepté el reto. Por el camino le pregunté que si le había gustado el concierto, me respondió "sí, mucho, ¿es amigo tuyo el cantautor?". Es cierto que no veía nada, porque yo era el cantautor. Pasó casi dos meses sin separarse de mí, incluso cuando conseguí el trabajo de cocinero, venía conmigo y se quedaba cerca. Cuando regresó a México, sólo me quedó el trabajo y una profunda nostalgia. La música del estribillo de Agua de limón surgió mientras pasaba con ella las horas muertas, podría decir que salió de sus ojos, los cuales parecían mariposas negras. La canción nació en su ausencia, cuando yo tocaba esa música para sentirla cerca.
Pasábamos las noches sin dormir, hablando, follando, haciendo vídeos a lo Andy Warhol, bebiendo
vino y fumando porros. Después me levantaba por la mañana para ir al
restaurante, donde me ponía ciego a cocacolas para estar en pie. A
mediodía me encontraba con ella para seguir con la vida real, la
surrealista. Saber que se iba a ir, hacía nuestro amor más intenso; no
podía perder ni un segundo con ella, me daba igual tener concierto al día siguiente y no haber dormido.
La noche es carne, la tarde es ropa,
las mañanas cocacola, mediodía mariposas.
Concierto el martes, la voz tan rota.
Cuento el tiempo con los dedos que me sobran de coger tu pelo.
No me importaba, tenía fuerzas y juventud suficiente para soportar el cansancio físico. Lo único que me molestaba era pensar que no estaba disfrutando al máximo esta aventura por culpa del trabajo para mi sustento. Entendí por qué mis mayores habían renunciado a a la aventura de la vida: el trabajo te deja anulado para las cosas importantes. A mi madre le dedico los últimos versos de la segunda estrofa.
Agosto en bano voy al trabajo,
gano pelas para el piso, tengo piso para esto:
Talar naranjas, chupar tu pecho.
Lavo ropa, tiendo ropa, plancho ropa y no tengo cuerpo.
Cuando se marchó me quedé solo ante el espejo de mi cuarto, viendo pasar el tiempo muy despacio, yendo al supermercado sin ganas de cocinar, harto del trabajo. Se fue y sólo quedó en mi vida la parte más dura. Me consolaba escribiendo de nuevo en mi diario; es paradógico que sólamente escriba en mi diario cuando no vivo, cuando recuerdo o anhelo la vida que no tengo. En él agradecí a esta preciosa persona que hiciera de ese verano un recuerdo inolvidable, apenas me había molestado en recordar que odio esa estación.
Me veo solo haciendo la compra.
Si me veo en el espejo no sé si pasa el doble de tiempo.
Te escribo en prosa pienso en tus botas.
Con las flores de tus labios el verano no me duele tanto.
Tenía estas estrofas desordenadas en mi cuaderno de componer, era una canción que estaba haciendo para ella y para mí, pero estaba quedando muy sórdida, estaba olvidando toda la belleza que había entre nosotros. Entonces recordé la música que siempre tocaba cuando estaba en su presencia. Era raro hacer un estribillo tan dulce para una canción tan oscura, pero era exactamente lo que estaba viviendo. Lo importante de toda esta historia, la fuente de todo esto, era la ternura que había entre nosotros:
Hay un huerto con almendros y naranjos
para dormirme la siesta
en la orilla de tus tetas
con vistas a tu mar de intimidad.
Me deslizo sonriendo por tu espalda,
quiero comerte la cara,
de tus manos mana agua de limón.
Volvió a visitarme dos años después, vivimos nuevas experiencias, que contaré cuando hable de Animal frutal. También la vi cuando viajé por primera vez a México para conocer a la familia de mi mujer. Esta persona sigue aún en mi vida, aunque apenas hablemos. Hace unos meses me mandó un correo en el que decía: "a veces escucho Agua de limón para sentirme amada delicadamente". Esta es una canción que va a seguir acompañándome mucho tiempo, esta no la despedimos, pero la tocaremos el día del concierto de despedida de "Andrés Sudón vive" tal y como está en el disco, con el bellísimo violonchelo de Óscar, con las mariposas de esta historia aún revoloteándome alrededror.
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